Esa extraña mezcla de felicidad y angustia que sentimos cada vez que razonamos que somos eternos aprendices dentro de este mundo.
El sabor peculiar de la ignorancia cuando rebalsa sobre nuestros labios para que deseemos a la sed del saber.
Y cuando comprendemos, de una buena vez, que nada es cierto. Ya que las preguntas que nos llevan a esa certeza, inundan a la supuesta verdad para aceptar que todo es figurativo. Pues, nuestros sentidos, nos ofrecen una copia mediocre de la realidad.
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