miércoles, 26 de octubre de 2011

Ir, volver. Atrás, seguir.

De un modo salvaje e inesperado, nuestra pasión se agotó. Quizás fueron los tormentosos días que nos perseguían sin una mínima compasión. O probablemente, no supimos contemplar con delicadeza el abismo, sino que únicamente nos abalanzamos hacia el casi cegados.
Recuerdo tomar tu mano y contraer la calma, abrazar tu pecho y saciar mis miedos, sentir tus labios en los míos y estar feliz.
Pero todo concluía bajo la misma condición: tus modestas ganas de sacarme de quicio.
Nuestro amor era una especie en extinción, uno en un millón. Nos odiábamos, discutíamos hasta mutilar a cualquier fundamento, buscábamos pretextos absurdos para boicotear al otro. Pero en algo, únicamente eramos compatibles. Estábamos inmersa y locamente envueltos uno en el otro. Nuestras almas se fundían en una sola, cuando nuestras miradas se cruzaban.
Esas ideas que volaban por nuestro futuro hacían de nuestro presente algo más alentador.
Probablemente no exista una persona como vos, le agradezco a la vida.
No te extraño, tampoco te sigo amando. Pero de aquellos días una nostalgia quedó, y es la del recuerdo.
Te recuerdo como se recuerdan a unos zapatos viejos, como al primer libro que leí, pero no como lo que provocaste en mi en realidad.
Fuiste un amor efímero, pero nunca me voy a olvidar de tu risa, de tu ceño fruncido y de tu ironía.
¿Y ahora? ¿Qué hago ahora? ¿Qué haces ahora?
Nos cruzaremos por casualidad en algún rincón de la ciudad, nos saludaremos por cortesía y volveremos a nuestra vida. Qué paradójico.
Algún día nuestros fuegos se volverán a encontrar, pero para ese día, nuestro incendio ya se habría extinguido.
Si todo lo que fue, hoy ya no lo es. Y si todo lo que sentimos, fue real y eterno. ¿Qué es hoy? ¿Una montaña de papeles archivadas en un cajón? ¿Un viejo cuadro que a nadie le atrae?. Si fue amor, y hoy no lo es. ¿Verdaderamente fue amor? ¿O fue una obsesión disfrazada de amor, que la motorizaba el contraste entre las personalidades?

lunes, 24 de octubre de 2011

Insomnio de placer.

Extiendo mis piernas, acomodo mis ideas y me relajo. Escucho al silencio y respiro con profundidad. Miro la oscuridad y siento la tranquilidad.
Cambio de posición. Cierro los ojos. Los vuelvo a abrir. Mis ideas suben, se acuestan en mis deseos y deciden bajar. Mi cuerpo vuelve a rotar.
Son las 2.38 de la madrugada, en 4 horas mi despertador va a sonar para anunciarme que el sol ya salió, y con él, las responsabilidades que atarean a mis días.
Mis pestañas se unen una vez más. Vuelvo a imaginar. No consigo despegar a mi consciente de la realidad.
Mi interior se empieza a alborotar, letras que necesito plasmar para evitar su muerte. Mis sueños vuelan y flotan en mi mente. Forman palabras que se unen a frases dignas de contar.
Me decido por otorgarle la victoria a la corazonada para no morir en el intento. Desprendo las sábanas de mi cuerpo y logro salir de la cama. Me dirijo sigilosamente hacia la cocina. Con los ojos achinados abro la heladera, busco por inercia la leche y la sirvo en un vaso para luego calentarla.
En ese mismo momento mi inspiración llegó a su máxima cima, puedo verla desde arriba y es genial. Me abstengo a esperar, comienzo a actuar. A repetir en voz alta lo que luego quiero escribir para que no olvidarme de nada, y que ninguna idea traviesa quiera escapar.
Suena el microondas, mi leche se entibió.
Me siento frente al monitor, miro mis manos en el teclado, y comienzo a escribir, a descargarme.
¡Vaya satisfacción!
Perseguir a Morfeo sin antes escuchar lo que pedía a gritos mi interior sería faltarle el respeto a mi virtud.


jueves, 20 de octubre de 2011

El albor de un cielo enfurecido.

El cielo gritaba enfurecido, maldecía su malestar. Se imponía ante los habitantes de la tierra a través de relámpagos, como símbolo de fortaleza y furia. Se teñía de gris para que no subestimen su poder las aves que deseaban tocar su plenitud.
Desde abajo, las mujeres y los hombres escuchaban su remordimiento, por lo tanto, se aislaban en sus hogares para recibir su llanto sin que este los moje.
Éste primero, se detuvo a reflexionar y meditar, le pesaban los años y se encontraba solo en la tempestad que el mismo creó. Por esa misma razón, intentó disculparse. ¿Qué mejor forma de hacerlo, que bañando la tierra de dulces gotas? Para así intentar cambiar el color de la tormenta, para que fluyan los aromas de la miseria, para rebosar de entusiasmo a las duras almas que no querían ceder, para darle un baño al dolor y refrescar el color de las heridas.
Pero no fue suficiente. Su capricho le costó muy caro. Despertó a una ciudad con agua fría, heló sus corazones y acarreó sus responsabilidades. Posibilitó el sedentarismo y el conformismo. ¿Cómo remediar su error?
Mendigó en sueños ajenos, suspiró melodías pasadas, viajó a los recuerdos y encontró una solución.
Despejo su escenario, le habilitó la ruta a las nubes para que las modestas aves vuelen, transformado la realidad.
Abrió la caja de pandora que se encontraba empolvada en su interior, y festejó su encuentro.
Pudo descubrir en ella siete colores: el rojo, que representa la pasión, el amor en su más puro encuentro; el naranja, que transmite alegría; el verde, símbolo de la esperanza y de un amanecer con sueños cumplidos; el índigo, el de las fantasías y sueños etéreos, donde las palabras escondidas aún fluyen; el violeta, el escudo de la paz; el azul, el color de la tranquilidad y la paz, la armonía en su máximo clima y por último (pero no menos importante) el amarillo, el del renacimiento, el de la inmortalidad de los sentidos.
Rápidamente acudió a sus dotes de grandeza artística y tiñó su cielo de estos siete sentimientos, formando un puente.
Los seres que habitaban la tierra se encontraron perplejos ante magnífica obra. Y quisieron saber que se hallaba al final del bautizado 'arcoiris'.
Por tal motivo, caminaron a su encuentro. Los sabios, predecían que al final de este, se podía disfrutar de un gran tesoro. Estas palabras entusiasmaron a los peregrinos y soñaron con riquezas eternas.
En este camino hallaron a su propia esencia, se conocieron a si mismos, para luego conocer a los que se encuentran a su lado. Consiguieron una ilusión que los unía. Lucharon contra sus represiones internas durante días y noches, hasta que sus pies impidieron seguir con su deseo.
Razonaron que era imposible concebir el final de ese gran puente. Y comprendieron que los lujos materiales no eran posibles, pero lo que ya era parte de ellos eran los lujos espirituales.
En este largo camino conocieron su propia verdad, vivieron el renacimiento de la convicción que sembró la ilusión. Gozaron de los tropiezos y festejaron los triunfos. Gracias a la firme enseñanza de creer en si mismos, lograron encontrar el más valioso de todos los tesoros: el que se encontraba en su interior.
Agradecieron y perdonaron al cielo por haberles otorgado dicho premio, y entendieron que a veces la meta no es lo más importante, sino el camino hacia esta misma meta.

martes, 11 de octubre de 2011

Un farolito en la oscuridad.

Para ser franca tenía una asignatura pendiente, una deuda montada de tierra que había olvidado pagar, un instante de felicidad del que me había privado. Fue algo así como un pensamiento fugaz que se volvió obsesión, pero por esas causalidades, pude concretar la cláusula que impedía hablar con un criterio fundamentado.
Era una noche de primavera, no hacía calor, y éste tampoco se ausentaba notoriamente. La luna desplegaba su mejor silueta, al igual que el río que se bañaba en sus aguas colmadas de grandeza. Apreciaba con detenimiento las caricias que me otorgaba la naturaleza ya que me incomodaban las personas que estaban a mi alrededor. Entre cervezas y chispas de calor, ya se hacía la hora. Y al fin iba a poder conocer las verdades que revelaban los barrios.
Cuando llegué a la puerta, sonaban mis melodías favoritas, saludé por cortesía a los que compartían mi alegría. Y me conduje a la puerta, con cierto temor y excitación. Era algo sumamente desconocido, comparado a los lugares a los cuales solía concurrir con frecuencia.
Me recibió gente que pertenecía a la banda, me recibió su gente. El aire de familiaridad, amabilidad y amistad que flotaba, hacía ceñir las emociones.
La fiesta comenzó como toda fiesta debe comenzar: con alegría.
Me encontraba perpleja, no lo podía creer. Todo lo que se veía, se sentía y se olía, no era el fruto de una productora. Era el producto de la pasión de personas con ideales definidos. Era la lucha constante y real contra la ignorancia y las barricadas que pone el Sistema para que su negocio sea redondo (en base a las cabezas cuadradas que éste quiere crear) . Era la inocencia y la viveza de unos niños echa canción. Era un grito de libertad, de unión y esperanza a través de la solidaridad.

Acá no había ídolos, el cantante no era la estrella principal, no iban a escuchar el último tema que esta de moda, no era un show más. Los ídolos estaban al lado mío, filmando dicho festín, vendiendo panchos, cuidando la seguridads, agitando en el pogo, luchando por un mundo mejor a través del seno de un barrio.
Farolitos es un grito de esperanza, una banda que va a dar de que hablar. Una banda que me dejó fascinada, hipnotizada. Mis ideales estaban plasmados en sus acciones, en sus valores.

¡Qué bueno que sigan existiendo personas con un grado considerable de realismo para así poder apostar por un mundo mejor!

miércoles, 5 de octubre de 2011

toma uno

Buscamos constantemente lo que es nato en nuestro ser. Las formalidades únicamente destruyen a lo que importa en verdad, la relegan a un segundo plano. Ignorando notoriamente que lo que vemos, es lo que somos... ¿Qué diferencia existe entre los símbolos y la realidad? Si la realidad es la subjetividad de los símbolos que creamos a partir de nuestros sentimientos.

No hay diferencia entre los sentidos y la razón, ya que uno le pertenece al otro, y viceversa. Todo es un producto de la realidad, que se encuentra fuertemente ligada a estos dos.

lunes, 3 de octubre de 2011

aaaaaaaah

Tengo que observar y criticar a la revolución que esta acechando a mi interior más objetivamente.
¿Son normales esas rupturas de armonía cotidiana que me invaden para transmitir únicamente agresión?
Mi postura es juzgable para los que saben, pero en realidad, mi locura va más allá. Yo, que tanto promuevo el bienestar, soy la candidata predilecta si se tiene que hablar de ira. Mi nerviosismo lastima y ahuyenta, hiere y modifica la relación con mis pares.
Con el arrepentimiento no cambio el pasado. Se trata de algo más sensato y milenario: pensar antes de actuar.
Esos impulsos tan idiotas logran dominarme completamente transformándome en otra persona. Mi ser no es mi ser, se encuentra disfrazado por la sensibilidad y el agotamiento de los momentos en los cuales explotan mis represiones internas.
¿Como cambiar?


Estos impulsos restan mis sonrisas, multiplican mis dudas y lo único que producen es un torbellino de emociones.