Era un día de lluvia, las gotas caían ferozmente sin ningún pudor sobre el pavimento, apartando al calor de la ciudad por unos instantes. Los paraguas le daban color a la triste tarde gris, y había que desempolvar a las camperas que ya habían sido despojadas de la vestimenta hace rato.
Ella parecía no estar informada acerca del clima. Caminaba bajo las suaves gotas con temor y tranquilidad, como si estuviera esperando algo, o a alguien...
Llevaba puestas sandalias en los pies, y un vestido floreado hasta la rodilla. Una campera estampada parecía ser la invitada no avisada, ya que habría sido tomada por urgencia y quizás tampoco era de ella. Su pelo le rozaba los hombros, lacio y negro, despeinado y un poco mojado. Su rostro era simétricamente delicioso. Morena como el chocolate y una sonrisa carente de malicia. Con la cabeza gacha y con los ojos clavados en su caminar, se tropezó con el destino, se tropezó conmigo.
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