martes, 19 de julio de 2011

Abrupto final.

Este es un cuento que escribí para el colegio... Ahora que lo releo, no esta tan mal. Espero que lo puedan apreciar!



Había sido una noche de primavera, se podía apreciar el aroma del paraíso que se encuentra en el jardín de nuestra casa. Por tal motivo, decidimos cenar allí.Todo transcurría con normalidad… hasta que discutimos fuertemente. Acerca de nada fuera de la común, intereses económicos y sociales. La noche tiraba un salto mortal, y mis nervios colapsaron mi sistema nervioso.

En la mañana siguiente todo pasó muy rápido… Frente a mi se extendía su cuerpo, frío, blanco, inmaculado. Mi rostro estaba perplejo, rígido y sumamente tenso. Rápidamente tomé el teléfono y llamé a una ambulancia. No tardaron en llegar, pero en momentos tan cruciales, los segundos son interminables. Más tarde dio presencia la policía. Francamente tuve miedo, angustia y un terrible pánico. Momentos decisivos y depresivos. No puedo explicar las emociones que transitaban en mi interior. me interrogaron por horas, y, con cierto grado de desconfianza, el oficial me pidió que firmara el acta de defunción, y luego se retiró sin decir más.La muerte no había sido natural, eso estaba claro. Los médicos habían detectado una mortífera sustancia en su cuerpo. El asesino no dejo huellas.

Era inevitable. Todas las miradas apuntarían hacia mí… Yo también lo habría pensado. Era la mujer del hombre más poderoso del ambiente, querido, sin enemigos, y con una gran fortuna a cuestas. El juicio sería pronto y daría que hablar. El tema estaría en boca de todos, y la autopsia no hacia nada más que incriminarme un poco más, si es que esto era posible.

Nuestras vidas se cruzaron en un momento eterno, en un punto infinito dentro de mi memoria. Recordé todo lo que necesitaba guardar, y decidí decir la absoluta verdad. Ya que de ella nadie se puede escapar.

Semanas más tarde el juicio daría inicio y mi paciencia se estaba agotando. El dolor del tiempo me consumía, y sólo restaba indagar en viejos cajones para recordar su peculiar olor.

Al principio solo fue un papel doblado en cuatro. Después supe que era una carta. Por supuesto me sorprendí. Me imagino que alguien en la cual su vida es tan agitada no tiene tiempo de guardar en gavetas un papel manuscrito. A menos que… quiera esconderlo. Y tenía razón: nadie mete una carta tan confidencial, a no ser que tenga un buen motivo. Desdoblé el papel con la sensación de estar metiéndome en secretos ajenos. Estaba íntegramente escrito de un solo lado, con tinta azul, letra chica y apretada. Al sacarla del compartimiento sentí un pozo profundo entre mis manos; un pozo hecho de años… En ella decía:

Anabella:

Tengo miedo. Mis sospechas se confirmaron: mi vida es una monotonía, es todo normal, y eso me entristece.

Es cierto, tengo todo lo que deseo. Pero no es suficiente. No me siento vivo, siento que estoy muriendo en vida, sin que lo noten los demás.

Mi depresión ya ha llegado a su límite y no puedo continuar con este intento de vida formal.

No siento dolor, no siento felicidad. No siento.

Desearía que me entiendas, y comprendas el por qué de mi huida. No es de cobarde, pero no me interesa continuar viendo lo que ya conozco. Y como ya sabes, lo desconocido, me aterra.

Espero que puedas vivir a pleno, y cumplas lo que yo nunca me arriesgue a realizar. Te observaré, siempre. Con amor.

Germán.

Fue muy rápido. La imagen. El cuerpo. El silencio y las preguntas. Todo se concentraba en un mismo plano, y yo me encontraba paralela a el.

¿Cómo aceptar dichas palabras? ¿Cómo explicarle a la policía acerca de la muerte sin dejar públicamente la vida de mi marido? ¿Cómo aguantarme la intranquilidad de saber que no esta? ¿Soy culpable de dicha muerte?

Tomé un café caliente y releí la carta, no entendía. No quería entender. Con gran excitación, furia y sufrimiento me dije a mi misma: -¡Pero esas no son pruebas! Eso es una locura- agregue con dolor- ¡Eso no basta para condenar a un hombre!

Me sumergí en un mar de agonía durante los siguientes meses, únicamente salía para realizar las compras y dar batalla al absurdo juicio que estaba llevando a cabo. La única verdad se encontraba en el tercer cajón de mi habitación.

¿Cómo pudo encontrar la escapatoria únicamente en la muerte? Siempre hay una vuelta de tuerca, siempre hay algo más…

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