domingo, 13 de noviembre de 2011

Gracias Juan Germán.

Era una tarde en la que el sol intentaba adueñarse de las calles sin ningún pudor. Mis piernas se encontraban plasmadas en la tierra y la sombra de un árbol era mi único consuelo.
De repente, lo que presentía hace tiempo, sucedió. La materia fecal de una paloma se había sentido identificada con mi bolso y mis brazos, por lo tanto, decidió recostarse en ellos. ¡Mierda! ¿Mi reacción? Sumamente memorable. Divisé al instante que mi buena estrella me acompañaría en ese día tan especial de noviembre.
Al verte, mi corazón estallo. No de excitación, sino de satisfacción. Tenía ganas de comentarte acerca de los canales que supiste abrir en mi mente y en la paz que me transmitís cada vez que se presenta la oportunidad. Gracias a la paloma, pude hacerlo. Y tu respuesta fue sumamente favorable. Me llevaste hacia otro lugar, me otorgaste alas y me invitaste a tu abismo. En tus ojos vi pasión y humildad. Telepáticamente nos comunicamos, profundizamos en un mismo ideal y estallamos de creatividad.
Quizás fueron 30 segundos, 10 minutos, o tal vez 20... Pero para mi ese momento se petrificó por siempre en mis recuerdos. Esas palabras que intercambiamos por siempre serán eternas.
Se que me vas a recordar, y vamos a volver a sintonizar para deleitarnos una vez más con palabras que transforman la realidad para entender más de cerca a la demencia que habita en nuestro ser.

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