Acariciando a la tempestad, mis ojos se nublaron de posibilidades y decidieron tumbarse en el olvido. Mis huesos ya no querían reaccionar, y mi razón se había tomado el tren de ida, para no volver.
¿Resignación? ¿Indignación? ¿Impotencia?
Cada palabra es un puñal, y la sangre tan espesa, fría, y sin pudor, recorre mis heridas. No quiero encontrar ninguna mirada con gusto a resaca, no necesito buscar lo que perdí. No lo necesito.
El cruel, maldito, y doloroso porvenir se divisa en un espejo partido a la mitad.
Y mi realidad se amolda a que mis pies desnudos caminen por esta montaña de contradicciones, a buscar un libro, y a hundirme en alguna historia que no se asemeje a la mía. Para volar a otro lugar, ya que es una necesidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario