jueves, 15 de diciembre de 2011

Filosofando con Alicia en el País de las Maravillas


De repente se acercaron a la puerta y golpearon fuertemente. Esperaba encontrarme con una persona grande y fuerte. Pero delante de la puerta sólo había una niña con vestidos de flores y el pelo largo y rubio. En la mano llevaba dos botellas, una roja y otra azul.
-Hola- dije- ¿Quién sos?
-Soy Alicia- dijo la niña, e hizo tímidamente una reverencia- del País de las Maravillas.
- ¿El País de las Maravillas?- interrogué.
- Sí, el País de las Maravillas es un país sin límites. Esto significa que esta en todas partes.
- ¿Y qué te trae por acá?- pregunté.
- He venido a darte a tí, Sofía, estas botellas filosóficas.
Me entregó las botellas, eran de cristal transparente, pero en una había un líquido rojo, y en la otra un líquido azul. En la botella roja había un cartel que decía 'BÉBEME', y en la azul otro que decía 'BÉBEME A MÍ TAMBIÉN'.
En ese instante pasó corriendo un conejo blanco, erguido sobre las patas traseras y vestido con chaleco y chaqueta. Se paró justo delante de nosotras dos y sacó del chaleco un reloj de bolsillo y dijo 'Ay, ay, voy a llegar tarde'
Y continuó la carrera. Alicia le siguió, pero antes hizo otra reverencia y me dijo:
-Ahora empieza de nuevo.
Desapareció bruscamente, y me quedé mirando las botellas. 'BÉBEME' y 'BÉBEME A MI TAMBIÉN', no sabía si atreverme. Quizás era veneno.
Pensé que todo lo que proviene de la fantasía es conciencia, zumo de pensamiento.
Desenrosqué el tapón de la botella roja y me la acerqué con cuidado a la boca. El zumo sabía dulce y algo extraño, pero eso era lo de menos. Al mismo tiempo comenzó a sucederme algo con todo lo que había a mi alrededor.
Fue como si el río, los árboles y las flores comenzaban a extenderse. Pronto pareció que todo lo que veía era una sola persona, y esa persona era yo, Sofía.
Qué raro, veía todo como antes, pero era como si todo estuviera conectado. Tenía la fuerte sensación de que todo era una sola conciencia.
Entonces, desenrosqué la tapa de la botella azul y bebí un gran trago. Este zumo sabía un poco más refrescante y más ácido que el rojo. También ahora tuvo lugar un rápido cambio en todo lo que había a mi alrededor.
En el transcurso de un segundo, desapareció el efecto de la bebida roja, de manera que las cosas volvieron a su antiguo lugar. Los árboles volvieron a ser árboles, y el agua volvió a parecer un río.
Pero esto sólo duro un instante, porque ahora todo lo que yo podía ver, se estaba separando. Los árboles no eran un conjunto, sino que cada arbolito aparecía como un mundo aparte; cada ramita era como un pequeño cuento sobre el que se podrían contar mil cuentos.
El pequeño río se había transformado en una inmensidad, no en anchura o profundidad, sino que en detalles resplandecientes y sutiles sinuosidades. Yo, Sofía, entendí que podía haber empleado toda una vida sólo en contemplar este agua, e incluso cuando la vida un día llegara a su fin, el agua seguiría siendo un misterio inescrutable.
Posé la mirada sobre la copa de un árbol donde tres pequeños gorriones estaban ocupados en un extraño juego. De alguna manera sabía que los pajaritos estaban en este árbol incluso cuando miré a mi alrededor después de haber bebido las botellas rojas. La botella roja había borrado todos los contrastes, y todas las diferencias individuales.
Me incliné sobre la hierba. Descubrí un nuevo mundo, más o menos cuando uno bucea a mucha profundidad y abre los ojos debajo del agua por primera vez. En el musgo, entre las hierbas y pajas, pululaba un sinfín de detalles vivos. Vi a una araña que lentamente y a su aire buscaba su camino por el musgo... un gusanito rojo que subía y bajaba a toda prisa por una paja... y todo un pequeño ejército de hormigas trabajando la hierba. Pero incluso, cada una de las hormigas, levantaba las patas a su manera.
Creo que nunca llegaré a entender lo que es ser otra persona, porque no hay ninguna persona en todo el mundo que sea idéntica a otra.
Todo es un universo entero de maravillosos cuentos.

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