sábado, 9 de enero de 2010

Sueños son


¿Quién dice que la realidad que todos vivimos no puede ser un sueño, y hasta el más inverosímil sueño puede ser una realidad? ¿Quién negó que un sueño no es la realidad? Tal vez sea la realidad de nuestros deseos. Sin sueños no podríamos vivir, sin esperanzas, y sin la realidad tampoco. Entonces, tranquilamente cuando nos vamos a dormir, viajamos miles de millas a una realidad increíble, la visitamos por un instante y luego volvemos a nuestra realidad.

Tal vez los locos sean los privilegiados de vivir en dos mundos, en el de la realidad cotidiana, que vemos por el noticiero, y en la realidad que algunos apodaron ‘imaginaria’. ¡Que dichosos!. Vivir en dos lugares a la vez. Y nosotros, los mediocres que vivimos en una habitación de tres paredes, con una casi transparente por la que podemos ver la otra realidad, la de nuestros sueños. ¡Que increíble! Algunos dirán que estoy un poco loca, eso sería un halago, porque saltaría de la rutina y miraría otro mundo con otros ojos. De eso se trata soñar, inventar un mundo paralelo al nuestro con ladrillos que contienen nuestros sueños. Nunca hay que dejar soñar, porque esos sueños son los que nos hacen ser fuertes día a día, en esta realidad un poco vulgar , en la que todos vivimos pero no sabemos para quien vivimos, si para uno, o para alguien en especial. Me llamaran una soñadora, pero tal vez lo que nos hace falta es soñar, viajar a otro mundo. Yo vivo soñando, lo sé. Pero es mi manera de escapar de lo normal. Lo normal ¿Qué es lo normal? Lo aburrido. Y la diferencia con lo anormal es la gracia de buscar cosas nuevas, de conocer lo extraño. Y lo extraño es lo que despierta nuestra curiosidad. Y bueno, la curiosidad mato al gato. Pero al menos se murió conociendo otra cosa más allá de lo cotidiano, ¿no les parece?. Siempre hay que buscar lo lateral de la vida, le encontramos otro sentido, a absolutamente todo. Si uno no piensa en el por qué de las cosas, va a ser el conejo que no sale de la galera del mago para conocer el otro mundo que vive más allá del sombrero que conoció toda su vida. Entiendo que me voy por las ramas, pero si no me iría por las ramas no le encontraría la otra vuelta de tuerca y no conocería otro mundo, más allá del que veo todos los días.

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